Por PhD(c) Christian Acuña-Opazo, académico de la carrera de Ingeniería Civil Industrial de la Universidad Central Región de Coquimbo.
En la actual era digital, la Inteligencia Artificial (IA) ha emergido como un factor transformador en diversos aspectos de la vida de las personas, y su presencia en la formación de profesionales universitarios se ha vuelto interesante, crucial y potencialmente con altas expectativas. La interrelación entre la educación superior y la IA no solo abre nuevas fronteras para la enseñanza y el aprendizaje, sino que también plantea desafíos significativos que exigen una reflexión profunda.
En primer lugar, la IA proporciona herramientas avanzadas para personalizar la experiencia de aprendizaje. La capacidad de adaptar el contenido a las necesidades de cada estudiante no sólo optimiza el tiempo de recuperación de información, sino que también promueve un aprendizaje más profundo y significativo. Los sistemas de enseñanza virtual basados en inteligencia artificial pueden identificar debilidades y fortalezas, proporcionar retroalimentación inmediata y facilitar efectivamente el éxito académico.
La IA abre la puerta a nuevas formas de aprender. Las simulaciones del mundo real, el uso de la realidad virtual y el análisis predictivo son sólo algunas de las herramientas que pueden transformar la forma en que los estudiantes trabajan y aprenden. Esto no sólo enriquece la experiencia educativa, sino que también prepara a los futuros profesionales para afrontar mejor los problemas del mundo. Sin embargo, la creciente dependencia de la IA en la educación superior está planteando cuestiones éticas y sociales. La automatización del trabajo académico puede matar a algunos profesionales académicos. Es importante abordar estas preocupaciones e integrar la IA en la educación, lo que no solo mejora la eficiencia, sino que también preserva la naturaleza humana de la educación y fomenta el pensamiento crítico y la creatividad.
Otro desafío radica en la necesidad de garantizar la equidad en el acceso a la educación potenciada por la IA. La brecha digital y la falta de recursos pueden excluir a algunos estudiantes de los beneficios que ofrece esta tecnología. Por lo tanto, es esencial abordar estas disparidades para asegurar que la IA no perpetúe desigualdades existentes, sino que sea un instrumento para la democratización del conocimiento.
En conclusión, la Inteligencia Artificial se ha convertido en un pilar crítico en la formación de profesionales universitarios. Su capacidad para personalizar la enseñanza, ofrecer nuevas metodologías pedagógicas y mejorar la eficiencia son invaluables. Sin embargo, este progreso debe ir de la mano con la reflexión ética y la garantía de la equidad, asegurando que la educación potenciada por la IA sirva como un catalizador para el avance colectivo, sin dejar a nadie atrás.