Por: Rodrigo Díaz Plá, Director de Quiñe
El 8 de septiembre quedará grabado en la memoria de las comunidades costeras que habitan desde Arica hasta la región de Valparaíso. En votación efectuada en el congreso, fue aprobada la modificación a la Ley 19.253, la cual integra a las comunidades changas como etnia indígena reconocida por el Estado. Si bien es cierto este será un hito que se enmarcará dentro de su historia como pueblo indígena, no es menos real que el reconocimiento chango como tal surge inicialmente desde las propias comunidades, en un trabajo íntimo y familiar de recuperación y valoración de su memoria histórica en distintas dimensiones, que fue fundamental y fundacional en el camino hacia su integración formal como etnia.
A fines de la primera década del siglo XXI, la antropóloga Astrid Mandel realizó su tesis de grado en Caleta Chañaral de Aceituno, poniendo énfasis en un proceso que es denominado por los cientistas sociales como etnogénesis, es decir, el nacimiento de una identidad étnica diferenciada de un grupo en particular. Para el caso de Caleta Chañaral de Aceituno, ubicada en el sector norte del bordecostero del Archipiélago de Humboldt, este proceso se vio además fundamentado con la perpetuación del saber y la práctica de una técnica ancestral para el uso, ocupación y movilización en el maritorio: la construcción de balsas de cuero de lobo. Con esto como bandera, se fueron agrupando las inquietudes familiares sobre el pasado chango y surgiendo historias, memorias y tradiciones traspasadas de generación en generación en torno a la vida en sus distintas dimensiones y la cotidianidad en el bordecostero.
En Punta de Choros, un poco más al sur en el bordecostero del Archipiélago de Humboldt, ya en la región de Coquimbo, surge un proceso similar. Las percepciones negativas respecto a “ser chango”, que en algunos casos incluso dieron pie a conductas discriminatorias u ofensivas, quedaron atrás y se dio paso al orgullo y sentido de pertenencia, principalmente arraigado en el vínculo con el territorio y maritorio que ocupó y ocupa actualmente una de las primeras familias en habitar estas costas: la familia Vergara. Urgando en su memoria, la comunidad comenzó a reconocerse como changos portadores de saberes y prácticas propias de los habitantes de esta zona costera. Una “memoria dormida”. Memorias heredadas de sus ancestros, nómades de toda la costa comprendida desde el norte de Caleta Chañaral de Aceituno hasta al sur de Caleta Los Hornos.
En ambos casos, el reconocimiento parte con una toma de conciencia de ser changos, un primer momento de mirada introspectiva desde las propias familias, comunidades y organizaciones. Y este proceso íntimo y de inmensa fuerza familiar, fue dando paso a la organización, y con ello a la vinculación entre las distintas comunidades changas de la costa del norte de Chile, cuestión que finalmente decantó en la creación del Consejo Nacional del Pueblo Chango a comienzos de este año 2020.
El hito de este 8 de septiembre sin duda quedará escrito como un día histórico para el pueblo chango, pero creemos que es tan o más importante la autoconciencia identitaria y la recuperación de su memoria histórica como piedra fundacional del reconocimiento, trabajo que las organizaciones changas del Archipiélago de Humboldt vienen realizando desde hace años, en el seno de sus propias familias y sus territorios.