Por: Dra. María Victoria Peralta; Premio Nacional de Educación y académica UCEN
Bizarro y limitante es el mundo de los niños y niñas que han nacido este año y de los más pequeños de las casas, que algunos ya están llamando los ‘pandennials’, en ese afán por clasificar y enmarcar a los seres humanos.
Aunque hay ciertas tendencias, esta generación vive una multiplicidad de diversidades. Casi todos están aprendiendo que su núcleo familiar está la mayor parte del tiempo en su casa; que la mamá lo trata de atender junto con las muchas actividades que se deben realizar en el hogar y a veces también con teletrabajo. Los papás también están muy ocupados junto con los hermanos mayores y comparten generalmente menos con ellos. Además, están aprendiendo que, al parecer, no hay más personas en su ‘pequeño mundo’, o si tiene posibilidad de ver a algunas (vecinos u otros) no pueden acercarse: son peligrosas.
Familiares dan cuenta de algunas reacciones de los lactantes: abuelos que después de algunos meses pasan a conocer la nieta o nieto nacidos hace poco, quienes se extrañan mucho de ese ser distinto que no está en su círculo habitual y lo examinan con detención; otros, han olvidado el nombre de los parientes que ocasionalmente visitaban sus casas. Mas patético aún, son las reacciones de niños y niñas sobre un año, que al ver que sus padres están sin la asumida mascarilla, la buscan y se la sobreponen en sus caras, como si fueran parte de su físico.
Los párvulos sobre los dos años, a los cuales se les ha explicado que hay ‘un bicho peligroso que enferma’, algunos están presentando el ‘síndrome de la cabaña’ y no quieren salir o se lavan las manos compulsivamente, afectando su delicada piel. Aquellos que salen, ven a otras personas, ‘los enmascarados’, de los cuales observan solamente los ojos y no el resto de las expresiones faciales que son tan importantes como la sonrisa o el asombro.
La ‘distancia física’ se ha transformado en una ‘social’, esta sutil pero importante distinción, es nefasta para la formación en los primeros años de vida, entendiendo que ha sido necesario por las razones sanitarias que conocemos.
Por ello, en la medida en que se renormalice el diario vivir y salga la vacuna, deben realizarse experiencias de reparación que lleven a encontrarse con los ‘otros’, sin que tengan la advertencia de ‘peligro’, sino de amor, de juego, del compartir y gozar las relaciones sociales gratas.
Mientras tanto, tratemos que estas situaciones de aislamiento físico no sean tan extremas en lo social, y reforcemos los encuentros virtuales y la maravilla de la sonrisa y de las expresiones humanas.