Menos frecuencia de número de compras, pero más cantidad de productos en cada una de ellas. La nueva normalidad apunta a nuevos patrones de oferta-demanda que podrían ser un puente entre las compras presenciales y las compras online.
La crisis sociosanitaria ocasionada por el coronavirus COVID-19 supuso un cambio en los estilos de vida hasta el momento conocidos. Tras estos meses de alarma mundial, la nueva normalidad parece estar asentándose, pero no sin haber mermado en el comportamiento de las personas.
Desde la distancia social, la mayor higiene e incluso los patrones de socialización, todo parece haber cambiado, especialmente en lo referido a comportamiento del consumidor. Esto último supone un verdadero reto para toda la industria de consumo, puesto que la gente compra con menos frecuencia, pero gasta, en promedio, más en cada compra, un hecho que modifica toda la logística de las empresas e incluso podría dejar en desventaja a muchos comercios.
Por suerte, las distribuciones encontradas en los comportamientos de compra indican que se producen particiones en el momento de llevar a cabo este tipo de transacciones. Mientras que para productos de necesidad inmediata se continúa recurriendo a los comercios de siempre, para las demás modalidades de enseres están predominando las compras online, lo cual deja margen a que los comerciantes se organicen frente a las demandas de la nueva normalidad.
Tal y como muestran las cifras de ventas de PedidosYa, los clientes han dado un paso más allá de la comida delivery y es que parecen haber reconocido como más rentables aquellas compras para las que se hace posible una espera de entre 24 y 48 horas. Desde compras grandes para la semana en supermercados online, incluyendo esto también la comida para mascotas, la compra de fármacos en farmacias online como Farmacias Gama e incluso reposición de combustible a domicilio, la transacciones en línea se han fortalecido enormemente en los últimos meses.
La explicación de estos fenómenos parece indicar que el consumo fuera de casa previo al COVID-19 se ha trasladado a interiores, de tal forma que productos como aperitivos y bebidas son el grueso que aumenta la factura de la compra.
Ciertamente entidades como la FAO y la OMS ya indicaron el impacto del coronavirus en los hábitos de vida, ¿pero realmente este efecto es fruto del aumento del picoteo o se trata de viejos hábitos en un escenario diferente? La respuesta no parece estar clara, pero lo que está claro es que la oferta-demanda viene variando desde principios de 2020.
La inminente entrada en la segunda mitad del año promete desvelar nuevas claves para predecir el futuro del consumo, ¿acaso la rivalidad entre comercios presenciales y online se convertirá en una alianza? ¿Será posible retomar patrones previos de consumo? ¿Aprovecharán los servicios delivery para conquistar nuevos nichos de mercado? Todos estas cuestiones están aún por resolverse.